Un día me dijeron: “No pienses en venganza, déjalo que pase, olvídalo. Será lo mejor.”
Hoy me veo capaz de matar.
He perdido ya la cuenta de cuántas veces he ardido de esta manera. Me convierto en cenizas, y antes de darme cuenta ya estoy ardiendo otra vez. Hierve el mercurio que me corre por las venas. Se hunde mi pecho y se ancla. Presión. El aire no pasa por mi garganta, voy a estallar.
Ganas de romper, de acuchillar, de gritarle a todo el mundo quién eres.
¿Quién eres? No lo sé, la verdad. La única respuesta que se me ocurre es: ni la millonésima parte de lo que podrías haber sido. Quien no dices ser.
¿Que no quieres que vuelva a hablar sobre ti? No te preocupes, lo has perdido, te lo mereces.
Lo has conseguido, esto es lo que querías, verme furiosa. ¿Te has divertido, verdad? Pues vigila tus espaldas, y bien sabes que esto no es broma, bien sabes que la cordura no es mi punto fuerte.
¿Acaso no te das cuenta? Durante mucho tiempo sólo has hecho que cavar tu propia tumba. Y no porque yo vaya a matarte (oh, no, no), bien sabes que soy una exagerada.
Pero ya me lo contarás, ya echaremos cuentas.
[Lunes, 16 de enero de 2012, 23:18]
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