[Este es un tema bastante peliagudo, sobre el que he hablado con muy pocas personas, pero como marca permanente que ya tengo dentro de mí, necesito sacarla y tenderla al sol, que seque la herida.
Sé que debería dedicarle esta entrada a lo que ahora mismo acontece en España: “lo que se nos viene encima”. No es que sea menos relevante que lo que te voy a contar hoy, simplemente prefiero dejarlo para el siguiente arrebato literario que cosquillee por mis dedos.]
Veinticinco de noviembre: Día internacional contra la violencia de género (¿qué ironía, eh?). Voy a intentar explicar por qué (lleve razón o no), me siento identificada con este día y lo que representa.
Casi a diario vemos en la televisión noticias de casos de violencia de género (sobre todo contra mujeres). Lo peor es que estos casos que llegan a nuestros oídos son sólo la punta del iceberg: aquellos casos en los que ya no hay solución. ¿Y la cantidad de mujeres que están siendo maltratadas y de las que no sabemos nada (ni sabremos), hasta que sea demasiado tarde? Es terrible.
Pero cuidado, no sólo existe la violencia física, también está aquella que no deja marca, un maltrato igual de denunciable pero mucho más difícil de detectar y de evidenciar: Manipulación, control, celos extremos, insultos. El maltrato al que yo hoy pongo voz.
Al igual que no comprendo cómo alguien que dice quererte hasta los confines de la tierra es capaz de pegarte una paliza, tampoco soy capaz de concebir que esa misma persona te trate de tal manera que acabes sumiéndote en una depresión y siendo víctima de graves ataques de ansiedad. Eso sí, en aquel momento tú le comprendes, le defiendes, lo ves como algo normal o incluso, en el peor de los casos (en mi caso), te lo crees y te culpas a ti misma.
“No soy celoso, es que te quiero tanto que cuando te veo hablando con otro me vuelvo loco.”
“No es que no confíe en ti, es que eres tan bonita que cualquier hombre que se te acerque será porque quiere algo contigo.”
“Es que con esa falda tan corta todos los hombres te van a mirar por la calle, póntela sólo para mí.”
“¿Qué te pusiste ayer?, ¿qué hiciste?, ¿con quién estuviste?, ¿a dónde fuiste?, ¿con quién hablaste?, ¿quién es ése?, ¿de qué le conoces?, ¿intentó algo contigo? Me estás mintiendo.”
Te desvives por su persona, le das todo lo que te pide, y lo que no te pide, le eres fiel, besas el suelo por donde él pisa… ¿y qué hace ese hijo de la gran puta? te pisotea el orgullo, la dignidad, la autoestima, hasta la propia personalidad, y lo soluciona con un “te quiero” o cualquier palabra bonita.
Porque no, yo no soy la que era, ni lo seré. Bien lo saben mi familia y amigos, quienes sufrían y estuvieron intentando sacarme de ahí durante mucho tiempo y a los que no hice caso. Los trataba de locos y les decía “no lo entendéis, nos queremos.” No, eso no es amor.
Me costó mucho abrir los ojos, me costó mucho darme cuenta de que la persona de la que estaba enamorada no existía, sino que era una máscara que él usaba para atraparme. Llorar, llorar, y llorar, eso es lo único que estuve haciendo durante meses.
No hay palabras suficientes para decir lo arrepentida que estoy por no haberles escuchado, y lo mucho que me gustaría volver a atrás. Lo siento.
Espero, yo del futuro, que hayas aprendido la lección y que, si vuelves a verte en la situación de hace un año (lo siento, sé que no te gusta recordarlo, pero es lo que hay), si alguien vuelve a decirte que no vales nada, que eres mierda, una zorra, que nadie te quiere…no lo justifiques, no te lo creas, sea por la razón que sea, simplemente huye en la otra dirección. Lo sé, es más fácil decirlo que hacerlo, el amor a veces es traicionero, a veces no te deja ver más allá, a veces…a veces es mortal.
Espero, yo del futuro, que no vuelvas a caer…aunque tú y yo sabemos que ante el amor soy una mujer débil.
Mondúber (Nacho Vegas)
PD: Cabronazo.
[Viernes, 25 de noviembre de 2011, 15:53]
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